Prácticas de manejo y conservación de suelo

Orientado a la optimización hídrica

Chiloé se caracteriza por presentar una geografía ondulada, donde el paisaje se presenta como un escenario mixto de lomas, ríos, bosques, pampas y cultivos. En este contexto es donde se establecen los huertos de los agricultores locales, quienes buscan espacios con exposición solar norte para aprovechar al máximo la radiación del sol. Aquellos productores que no cuentan con terrenos que presentan estas características, deben adaptar sus sistemas de cultivo a las condiciones en las que se encuentran, lo que normalmente conlleva labores de manejo predial como limpieza de potreros, eliminación de vegetación arbustiva, tala de árboles, etc. Además de grandes desplazamientos de tierra de un lugar a otro, principalmente para nivelar superficies que presenten mucha pendiente.

Ya sea una u otra situación, establecer un huerto siempre implica modificar la condición natural del paisaje, modificando los ciclos normales de los elementos que lo componen (vegetación, microorganismos, agua y suelo). En este sentido, al considerar que la precipitación que caen en el territorio supera los 2000 mm anuales, los eventos de escorrentía superficial y desplazamiento de suelo son muy frecuentes, situación desfavorable para la conservación del suelos fértiles y productivos. En consecuencia, generar las condiciones idóneas para la producción de cultivos, huertos frutales o establecimiento de praderas, requiere de prácticas y manejos que provean un suelo fértil, con abundante materia orgánica, rico en nutrientes y bien estructurado, que sea capaz de retener suficiente humedad sobre todo en periodos de ausencia de precipitaciones.

La Materia Orgánica

La materia orgánica del suelo (MOS) y su manejo son fundamentales para crear suelos saludables con una actividad biológica dinámica y buenas características físicas y químicas. Es de la mayor importancia para la resiliencia que la MOS mejore la capacidad de retención de agua del suelo incrementando la tolerancia de los cultivos a las sequías y que incremente el nivel de infiltración para disminuir la escorrentía evitando que las partículas del suelo sean transportadas por el agua durante las lluvias intensas.

La materia orgánica y su reposición es un componente importante de la gestión de la salud del suelo. La agroecología promueve una serie de prácticas de manejo que mejoran la salud del suelo, tales como: rotación compleja de cultivos, cultivos de cobertura, aplicaciones de composta y enmiendas orgánicas. Estas prácticas de manejo aumentan la cantidad de materia orgánica de alta calidad en el suelo, disminuyen las pérdidas de carbono, mantienen la cobertura del suelo, disminuyen la perturbación del suelo, e influyen en diversas actividades biológicas importantes. Las propiedades mejoradas del suelo que resultan de tales prácticas conllevan a beneficios como: mayor disponibilidad de agua, menor compactación, mayor disponibilidad de nutrientes y la producción de sustancias que promueven el crecimiento de plantas sanas y productivas (Magdoff y Van Es, 2000).

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Guano Animal

este material es de fácil disposición en los huertos chilotes, ya que normalmente el productor maneja ganado ovino, porcino y/o vacuno, además de aves de corral, las que también aportan guano. Idealmente estas enmiendas deben incorporarse al suelo una vez que estén maduros, nunca en estado fresco, ya que pueden afectar el pH del suelo disminuyendo su índice. Normalmente se realiza a inicios de primavera, previamente al establecimiento de los primeros cultivos de la temporada.

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Compost

Las plantas sanas de nuestro huerto requieren una cantidad constante de nutrientes. Ellas pueden obtener el 96% de estos nutrientes del aire, el agua y el sol (a través del proceso de fotosíntesis). Sin embargo, si no obtienen el 4% restante, no podrán desarrollarse bien ni proveer de alimentos. La composta mezclada con el suelo puede suministrar estos importantes nutrientes. También mejora la estructura del suelo haciéndolo más fácil de trabajar, incrementa su capacidad para retener la humedad y el aire, y reduce la posibilidad de erosión. Además, las semillas germinan más rápidamente en un suelo con compost. Es mucho mejor para el suelo que los fertilizantes químicos, ya que estos no agregan materia orgánica y algunos de ellos se pueden lixiviar si las plantas no los utiliza de inmediato. Una pila de compost también recicla los desperdicios del huerto, las hojas y los desechos de la cocina, transformándolos en alimento para el suelo (Jeavons and Cox, 2007).

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Algas

La utilización de algas para la nutrición de cultivos ha sido una práctica utilizada tradicionalmente en Chiloé, la que se replica generación tras generación, demostrando el lazo intrínseco que existe entre el mar y el campo. Estas son una buena fuente de nitrógeno y carbono, además de aminoácidos que promueven la salud vegetal.

Cobertura del Suelo

Proteger al suelo de la erosión y el desecamiento, a la vez que incrementar los niveles de humedad del suelo y la circulación del agua es una estrategia fundamental para aumentar la resiliencia de los agroecosistemas. Los mantillos de cultivos de cobertura y los abonos verdes tienen un gran potencial agroecológico puesto que estas prácticas conservan el suelo, mejoran su biología, estabilizan e incrementan el rendimiento de los cultivos y la conservación del agua. Los mantillos más utilizados en los huertos corresponden a rastrojos de cereales como trigo o avena, así como paja de praderas (fardos remanentes).

El establecimiento de abonos verdes es una excelente alternativa para los periodos de otoño e invierno. Especies como habas, arveja y otras legumbres del género Vicia, o una mezcla de estos (a veces agregando 20% de centeno o cebada), constituye una estrategia barata para aumentar el suministro de N a los cultivos. Además, los cultivos de cobertura pueden prestar otros servicios al mismo tiempo como: la supresión de malezas, de plagas y de enfermedades transmitidas por el suelo; la protección del suelo evitando la erosión por escorrentía; el mejoramiento de la estabilidad de los agregados del suelo; la adición de materia orgánica activa y la bio-disponibilización de nutrientes (Altieri y Nicholls, 2019).

 

Suelo

Terrazas

Las terrazas se construyen siguiendo “curvas de nivel” (líneas que unen puntos de igual altura) o con una pequeña pendiente que permita que el agua escurra sin capacidad de erosionar el suelo. Para determinar la distancia entre terrazas se debe considerar la inclinación o pendiente del terreno, el tipo de suelo, la intensidad de las precipitaciones y el cultivo a realizar. Los principales objetivos de generar terrazas son:

  1. Disminuir la velocidad de la escorrentía
  2. Disminuir el volumen de la escorrentía
  3. Disminuir las pérdidas de suelo, semillas y abonos
  4. Aumentar el contenido de humedad en el suelo, una vez que haya mayor infiltración de agua
  5. Reducir el volumen de descarga de los cursos de agua
  6. Suavizar la topografía y mejorar las condiciones de mecanización de las áreas agrícolas.

Las terrazas son recomendables para terrenos con pendientes de entre 4 y 50%. En pendientes inferiores al 4% y cuando las extensiones son cortas deben ser sustituidas por fajas de retención, plantación en curvas de nivel o por cultivos en fajas. La planificación y ejecución de un sistema de terrazas exigen conocimientos técnicos que debe ser unido a la práctica tradicional local y al sentido común. Para lograr este objetivo es necesario observar algunos puntos importantes en cuanto a la localización de las terrazas (FAO, 2000):

  1. Determinar, por medio de un nivel, el punto más alto del área a ser terraceada (terreno, propiedad o microcuenca)
  2. Identificar la línea de mayor inclinación para que a partir de ella se comience la localización de las terrazas
  3. En caso de que el declive de la línea de mayor inclinación sea uniforme, dividir la línea en secciones uniformes de declive
  4. Determinar la pendiente de la línea de mayor inclinación con el auxilio de un nivel óptico, clinómetro o nivel “A”.
  5. Si la línea de inclinación es desigual, proceder a la determinación del declive de la próxima sección uniforme, siempre a partir de la terraza ya demarcada
  6. Después de calculada la pendiente y verificada la textura del suelo, determinar el espaciamiento vertical (EV) o espaciamiento horizontal (EH) a ser adoptado para la demarcación de la terraza.
  7. Como medida de seguridad, localizar la primera terraza en la parte más alta del terreno, en la mitad de la distancia recomendada por el cuadro.
  8. Basándose en la estaca clavada en la línea de mayor inclinación, localizar la línea de la terraza clavando estacas cada 20 m o cada tres pasos del nivel “A”.
  9. En áreas poco uniformes la distancia entre las estacas puede ser disminuida a 15 o 10 metros.
  10. Para terrazas de absorción o en nivel, todas las es tacas deben ser clavadas en la misma cota de la estaca de la línea de pendiente.
  11. Para terrazas de drenaje o en desnivel, las estacas deben ser clavadas en las cotas calculadas de acuerdo con el desnivel deseado.
  12. El desnivel de 5 por 10 00 (0,5%) es el límite máximo recomendado para que el agua no adquiera velocidad suficiente para causar erosión en el canal de la terraza.